Conozco a pocas personas tan valientes y vitales como Beatriz. Ella es una guerrera que asume una vida de constantes reconstrucciones, renacimientos, resoluciones, resurrecciones. Puertas que se abren, caminos que conducen a horizontes en los que esperan personas amorosas que quizá aún no conoce. Así discurre la vida de Beatriz. Ahora en Oporto, adonde se mudó porque Oporto suena a oportunidad.
Entrevista a Beatriz Alcaine. Oporto(Portugal), julio de 2023
Sonia Megías: Esto que vemos no es una lata de sardinas. Es una obra de arte. Es una obra de Beatriz Alcaine, que está aquí sujetándola. ¡Hola, Beatriz!
Beatriz Alcaine: Hola, Sonia. Y hola a todas, a todos. Un placer.
SM: Está Beatriz y también están sus hijos peludos por ahí, que han querido salir en el vídeo. ¿Cómo se llaman ellos?
BA: Aquí tenemos a Cálcifer, un espíritu fogoso, y tenemos a Don Chapo, que se escapa.
SM: Que ya es un señor.
BA: Es un señor.
SM: Y bueno, Beatriz, tú eres de El Salvador.
BA: Nací en El Salvador. Soy del cambio.
SM: Del cambio, es verdad. Y tú has creado aquí un lugar hermoso, que ahora mismo está situado en Oporto, pero que podría estar situado en cualquier país de los que has estado.
Tú creaste un espacio, vamos a empezar por ahí, que se llamó La Luna, Casa y Arte, y que está reflejada en este libro llamado Lunascopio, ampliación del Lunascopio de 2012. Me lo estaba leyendo esta mañana, incluida mi pequeñita aportación de cuando visité La Luna en 2012.
En este libro ha escrito un montón de gente, como 200 personas, que han pasado por La Luna, Casa y Arte, el lugar que tú creaste, y han contado sus experiencias. Es muy hermoso leerlo, porque la mayoría de esas experiencias cuentan cosas como: “En La Luna fue la primera vez que yo bailé”, “En La Luna fue la primera vez que participé en una obra de teatro”, o “En La Luna fue la primera vez en que asistí a un recital de poesía”. Y la mayoría de esas personas, hoy se dedican al arte.
BA: Es una maravilla eso, y bueno, para mí, la maravilla realmente es que La Luna consiguiese permanecer durante tanto tiempo. Fue un proyecto que todo el mundo consideró imposible, o una locura. Que surgió justo en un momento histórico muy concreto, muy puntual de El Salvador, que era el momento en que estábamos saliendo de 13 años de guerra, en donde las personas que en ese momento tenían 13 años sólo conocían una vida en guerra civil, las que tenían 26, habían pasado toda una adolescencia en guerra civil. Y ése era mi caso: Yo empecé La Luna cuando tenía 26 años y fue transformar mi casa de la niñez, mi casa de infancia, en un espacio abierto a todas las formas posibles de la creatividad y de la expresión.
Así que esto es el ejercicio de memoria cultural colectiva, de memoria de una época. La Luna es en realidad el escenario, pero lo que cuenta es esa apertura, ese despertar de la creatividad de tanta, tanta gente, después de la contracción fuerte que hubo a causa de la guerra. Esa contracción se acabó cuando terminó la posguerra de El Salvador, en el 2012, coincidiendo con el baktún, este año de fin de un gran gran ciclo de acuerdo al calendario maya. Mi país, desde entonces, está viviendo otra etapa que no sabría bien cómo llamarla.
SM: Entonces, viniste para Europa, y tenemos esa suerte las europeas de contar contigo por aquí. Como no te puedes estar quieta, te dedicas a hacer todas estas creaciones de las que nos has traído unas pocas. Porque tú no sólo creas espacios tan preciosos como este patio, sino también, por ejemplo, las ropas que llevas. Explícanos este huipil que llevas puesto.
BA: Bueno, no llegué voluntariamente. Llegué porque la vida nos enseña a veces que tenemos que soltar. Hay cosas que suceden que nos empujan, que nos mueven de manera tan clara que bueno… Me trajeron para Europa pensando que venía por unos 3 ó 4 meses y ya llevo acá 6 años, y a la larga es el regalo más grande que pude haber recibido.
No me fue fácil, en medio de estos 6 años han pasado cosas a la humanidad entera, como por ejemplo este período de encerramiento, de parar todo, que a mí lo que hizo fue abrirme un mundo. Yo planteé al universo un deseo de conectar entre mujeres, para mí es súper importante poder sanar lazos entre mujeres, deshacer nudos que nos separan, y entonces por ejemplo empecé a descubrir maravillosas mujeres que me inspiran y también a aprender a través de su arte.
Este huipil lo aprendí a hacer de una mujer mexicana preciosa que se llama Gabriela Martínez, haciendo talleres online con ella. Esas acuarelas fueron inspiración de una mujer maravillosa de Guatemala, que es una gran artista y se llama Lucía Morán. Evidentemente que no les llego ni a la uñita del proceso creativo de ella, pero ya lo siento mío y hago a mi manera estas acuarelas completamente libres que luego corto en tamaño de postal, y luego dibujo en ellas, y luego las meto en estas bolsitas de fieltro, que están inspiradas por los huicholes y por los indios guna, en esta forma de sobreponer y de trabajar con colores vibrantes.
Estas piezas nacieron sin tener un propósito muy claro, pero luego se convirtieron en las bolsitas que albergan ese tarot de energías, de unas energías cósmicas que para mí ayudan a la transformación positiva de cada uno trayendo al mundo una y otra vez la sagrada energía femenina que ha estado por tanto tiempo sintiéndose aplastada.
Todo esto, en realidad me ayudó a descrubrir el propósito de Ser. A través de hacer, Ser. No hacer por hacer. Y me encanta que en nuestra manera de pronunciar no haya diferencia: Ser o hacer suena parecido. Empecé a jugar, que creo que es la base más importante, soltando por completo las pretensiones o las expectativas o los paraqués, y simplemente poder permitir el porqué que no necesita respuesta, que simplemente nace porque quiere.
Jugar a cortar tela, a coserla. De una sola pieza, sin máquina de coser, hago mis huipiles, estas blusas, dejándome inspirar por lo que veo, por la naturaleza, por las plantas que hay a mi alrededor… Me dejo jugar, me dejo ser un canal a través del cual nazcan las cosas que quieran nacer. A veces son duras, como estos porta fotos que son de mosaico, y que requieren un tipo de energía más de cortar, y que al mismo tiempo me permiten hacer actos psicomágicos como de cortar en pedazos todo lo que ya no está al servicio. Pero también de luego recoger esos pedazos que podrían ir a la basura, y ponerlos juntos de maneras caprichosas.
Y después, tengo una fascinación por integrar. Creo que esta era es de integración, de salir del O y entrar en el Y. ¿Qué haces, bordar o pintar?, ¿desarrollas tu femenino o tu masculino?, ¿te dedicas a algo serio, o a algo juguetón? Me encanta la idea de ambas cosas: pintas y bordas; trabajo y descanso a la vez.
SM: No es la primera vez que tus creaciones son cosidas, porque recuerdo que en El Salvador tenías tu firma de Purtuá, y también la de Transformeishon. Yo tuve un vestido tuyo precioso, que me he puesto mucho, y además tienes detrás de ti un chubasquero que sirvió de vestuario en un acto que hicimos en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid en 2020, porque tú fuiste nuestra vestuarista. Estos chubasqueros tú los hiciste a partir de unas pelotas de playa, ¿verdad? ¿Cómo fue aquello?
BA: Esto fue una cosa alucinante, porque yo esa época estaba trabajando con el Centro Cultural de España en El Salvador, y para celebrar los 25 años de Cooperación Española, o 50… no sé, para mí el tiempo lineal cartesiano es un poco complicado… Llevaron una instalación de un artista argentino que vive en México, Maxi González, que consistía en 7000 de globos terráqueos inflables, que creaban un inmenso espacio y se llamaba Caminando entre mundos. Para la gente de San Salvador fue muy alucinante.
Pero cuando yo pregunto a mi jefe de la época: «¿Y qué hacemos después con los globos? Se están desinflando, algunos se pinchan», y me dijo que no se haría nada, entonces me entró un poco de taquicardia y paranoia de «qué hacemos con todo este plástico». Así que al principio salieron unos mantelitos individuales, luego unos delantales para lavar platos… Pero eran tantos que necesité pensar en algo mayor, y me hice para mí una gabardina larga hasta los pies, y una gran actriz salvadoreña a la que yo admiro y reconozco inmensamente, Egly Larreynaga, me dijo: «Por favor, por favor, yo quiero esa gabardina, véndemela, que yo ando en una scooter y me va a ser muy útil», y así empezó la historia de los chubasqueros.
Hay por todos lados en el mundo, hay historias súper bonitas. Un amigo que tenía una fue en Glastonbury a una tienda de instrumentos exóticos y el hombre se enamoró tanto de ella que le pidió cambiársela por un instrumento muy hermoso. Ya no construiré más, de momento, pero fueron unas piezas muy lindas.
SM: Beatriz, te haría 1000 preguntas, porque además nos conocemos ya unos cuantos años, conozco mucho de tu producción y de lo que eres capaz de hacer, que es muchísimo, y me gustaría que dieras un consejo para inspirar a las personas a que hagan cosas. A que no se queden de brazos cruzados, que no entren en la queja, que no se queden apáticas sin hacer nada. ¿Qué dirías a una persona para animarla a crear?
BA: Yo diría que estamos cambiando las creencias. Es impresionante, porque si yo creo que puedo, tengo razón; y si yo creo que no puedo, tengo razón. Entonces, puedo elegir qué es lo que quiero creer. Nos han dicho muchísimo, y especialmente a una generación a la que yo pertenezco, que no somos creativos, que ser artista es algo separado del común… Y yo he descubierto que en realidad, la creatividad es como un músculo que podemos aprender a desarrollar.
Y si a la creatividad le quitamos toda esa expectativa y premitimos simplemente a nuestro Ser hacer pequeñas cosas, sin la pretensión, lo que sienta que nace como deseo, pequeñito, sin propósito, como dibujar rayitas, dibujar en la arena, ahora hay gente que está haciendo unos dibujos en la nieve inmensos, dibujos en la arena, mandalas con piedras, y tenemos además tanta información que nos nutre, tenemos millones de tutoriales para aprender lo que sea que querramos, y si es con nuestra voz, pues con nuestra voz.
Tenemos tantas herramientas en nosotres mismes que no hay más frontera que lo que yo creo:
Si yo creo que no puedo, tengo razón.
Si yo creo que puedo, tengo razón.
Así que elegimos.
SM: Vamos a poder.
BA: Podemos.
SM: Muchas gracias, Beatriz.
Enlaces:
2012’IX. San Salvador se queda sin luna. El faro
2012’IX. El final feliz de La Luna. Parte I. Promúsica El Salvador
2012’IX. El final deliz de La Luna. Parte II. Promúsica El Salvador