Este mes, la ReSonancia la genera la gran poeta Safo de Lesbos, traída a la escena por Cristina Rosenvinge, Marta Pazos, María Folguera y un elenco de mujeres poderosas y disfrutonas. Una Safo explosiva, fresca, estimulante, divertida, pasada por el filtro de las tecnologías actuales y de un gusto estético exquisito… Un auténtico desbordamiento de talento y un profundo trabajo escénico. Bravas.
Texto teatral: María Folguera.
Dirección y escenografía: Marta Pazos.
Canciones, cantante solista y dirección musical: Christina Rosenvinge.
Músicas: Juliane Heinemann (guitarras) y Xerach Peñate (percusiones), Irene Novoa (voces), Lucía Rey (teclados).
Actriz: Natalia Huarte.
Bailarinas: María Pizarro y Lucía Bocanegra.
Vestuario y caracterización: Pier Paolo Álvaro.
Iluminación: Nuno Meira
Sonido: Dany Richter.
El pasado viernes 30 (Santa Sonia y Santa Sofía para algunas) fuimos Eva y yo invitadas a disfrutar de otra S, que por suerte no era S de santa: Safo. Meses de entrenamiento para borrar las fronteras entre las disciplinas: que las músicas amplíen sus recursos y se conviertan en actrices y bailarinas, para que las actrices aprendan a afinar y a bailar, o para que las bailarinas desarrollen sus dotes verbales y musicales. El pasado verano, los festivales El Grec de Barcelona y el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, coproductores del espectáculo, hicieron posible el estreno de esta maravilla.
En los Teatros del Canal, tras la representación hubo un encuentro con las artistas. En él, Christina Rosenvinge contó que la iniciativa de crear un espectáculo sobre Safo partió de la productora catalana Focus. La cantautora, mientras buceaba en los mundos de la poeta de Lesbos, vio claro que no tenía sentido montar algo sola, sino que encarnar a Safo significaba rodearse de una comunidad de mujeres. Ahí fue donde contactó a Marta Pazos y a María Folguera, mujeres muy cre-activas en el mundo teatral actual español.
Este tipo de situaciones me llevan al momento en que acabé la carrera de música y llegué a Madrid con ganas de comerme el mundo. En la capital, la percusionista venezolana Hilda Hernández me invitó a ser parte de su grupo ‘Zumba que zumba’, en el cual se bailaba, tocaba y cantaba a la vez. De las 6 mujeres que lo conformábamos ninguna había pisado un conservatorio. Sin embargo, ¿quién era la única que no sabía combinar esas tres acciones a la vez? Yo. Una inútil total. Si ya tenía dudas con la poca practicidad de la formación académica, las confirmé una vez más.
Volviendo a Safo, desde el público se percibían los meses de entrenamiento (esa palabra se adecúa más que la de ‘ensayo’), el trabajo profesional y personal en grupo, y el disfrute y frescura que emanaban. Y es que, una vez más, lanzo la alerta a quienes venimos del mundo del conservatorio: una obra con puesta en escena no se ensaya en una semana. No vale con estudiarla cada cual en casa, no. Así sólo se consigue un frankenstein que no transmite nada. Animo a las músicas de conservatorio a que ensayen largo y tendido las obras con puesta en escena para no ir ‘de bolo’. ¡No más ensembles amateur, señoras!, hagamos de la música contemporánea en España algo profesional, de alto nivel, una experiencia para los sentidos, como la Safo de Christina, Marta y María, donde ese grupo de mujeres se coordinaban como banco de boquerones, bandada de estorninos o enjambre de abejas.
Ya me había llevado al trance otro final de Marta Pazos, el de Comedia sin título de García Lorca en el teatro María Guerrero: ese final con el telón como personaje protagonista. El final que en este caso coronó el montaje fue el recitado en griego de la poesía de Safo. Sublime y delicado. Escuchando la poesía griega se entiende el sentido de la métrica (la medida del tiempo), de la rima (el ritmo). Los pies métricos griegos que se perdieron, denominando hoy ‘metro’ a algo sin ritmo y sustituyendo la ri(t)ma original por un juego cursi entre vocales asonantes y consonantes. Qué manjar de escucha esa Safo con voz en off, parecía ella misma desde el otro lado.
Si bien la poeta Safo compuso más de diez mil versos, sólo nos han llegado escasos poemas completos y versos sueltos. Aquí comparto uno de sus poemas, esta invocación conversación con la diosa Afrodita:
Inmortal Afrodita, la florida,
artera hija de Zeus, te lo suplico,
no atormenten mi espíritu, señora,
penas ni angustias,
mas ven aquí, como también antaño
unciste tu áureo carro y de la casa
de tu padre saliste al escuchar
mi voz lejana;
llevábante unos ágiles gorriones
hacia la negra tierra desde el cielo
y el veloz movimiento de sus alas
pronto te trajo;
y tú, bendita diosa, sonreías
con tu faz inmortal y preguntabas
qué me ocurre otra vez, por qué de nuevo
vuelvo a invocarte
y qué es lo que deseo que suceda
a mi alma loca. «¿A quién persuadir debo
a que acepte tu amor? ¿Quién mal contigo,
Safo, se porta?
Porque, si hoy huye, pronto irá tras ti;
si regalos no acepta, los hará;
y, si hoy no te ama, pronto te amará
aunque no quiera».
Ven también ahora a mí, de mis congojas
crueles sálvame y haz lo que mi ánimo
cumplido quiere ver y así tú misma
sé mi aliada.
Bravas, todas las artífices de esta Safo escénico-musical, y a todas las rescatadoras de las mujeres que en la historia se arriesgaron y la hicieron avanzar. Las vivas necesitamos referentes, necesitamos rescatar a las borradas y darles su lugar, que sepamos que la brecha está abierta.